Mi escuela fue la ingeniería inversa
WhatsApp me parecía un coñazo: una interfaz sosa, cero personalización y un sistema cerrado que me tocaba los huevos. Así que decidí arreglarlo por mi cuenta.
Me jodía no poder tener un bot sin usar APIs raras, así que aprendí a engancharme a sus procesos internos para crear el mío. Estaba hasta los cojones de tener un solo número por móvil, así que investigué cómo clonar el APK para tener varias cuentas a la vez. Y como odiaba lo aburrido que era, modifiqué sus recursos para meter GIFs en la home y en los chats, solo porque podía.
No fue un proyecto, era una forma de mejorar un software que, siendo peor que la competencia, era más usado.